Los
besos. Las caricias. Los tibios abrazos desprevenidos. Las miradas furtivas y penetrantes.
Los silencios sin tiempo. Las risas profundas, confidentes. Las cervezas en el
refrigerador y en el domicilio que nunca recibieron. Las salidas a hurtadillas
de una casa o de otra. Las camisetas y los cepillos de dientes. Los miedos
compartidos. La cena en algún restaurante. Las conversaciones y los
cigarrillos. El cine que no visitaron. Los paseos de campo que no tuvieron. Las
mil cosas por hacer. Mientras se enamoraban y se iban, no tuvieron tiempo para
descubrir que estaban enamorados, se habían quedado para siempre.