He pasado un temporada de mi vida en México, una muy buena
temporada, con todas las subidas y bajadas que implica estar fuera del país
(aunque en realidad nada traumático), con todos los azares e incertidumbres que
llegan cuando se toma la decisión de dejarlo todo por un tiempo con la única
intención de vivir o por lo menos, darse la oportunidad de observar la vida con
otros ojos. Durante estos seis meses aprendí otro tanto sobre mí, compartí mi
vida con otro y fue bonito, porque ese otro me ayudo a entenderme, a sentirme y
verme desde otro ángulo y lo hizo con la paciencia, la escucha y el amor que necesite, por eso estoy agradecida, por eso hoy me siento
feliz, porque esos meses compartidos siguieron afirmando en mi eso que tanto
amo, la posibilidad de construir en colectivo. Muchos fueron los caminos que
recorrimos, muchos los lugares que visitamos, muchas las sonrisas y paisajes.
Agradezco infinitamente cada cena, cada salida, el café en las mañanas, las pizzas, los ensayos de salsas picantes, cada capítulo
de doctor house, las correcciones de español en los trabajos, agradezco la
paciencia en mis momentos de nostalgia y el aguante a mi necesidad de amar con ataques
de besos y abrazos inesperados. Agradezco la profundidad del mar y las clases
de idiomas, las jornadas de trabajo con los monederos. Los viajes al mercado, la construcción de muebles con guacales, y los ensayos para cortar botellas. Agradezco todo con todo el amor del mundo lo que
fue y lo que será.
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